Con esta frase, dicha con mucha naturalidad, salimos de un box de urgencias mi compañero Gonzalo y yo después de hablar con el hijo de una paciente anciana que me había tenido preocupada toda la tarde y a la que finalmente diagnostiqué de un problema quirúrgico. El familiar quería una segunda opinión, porque de la mía no se fiaba. En solo dos minutos y prácticamente con mis mismas palabras mi compañero había convencido a ese hijo de lo que yo había sido incapaz minutos antes.
Ser una médico de urgencias joven cada vez en menos ocasiones supone un problema para mis pacientes pero ser joven y mujer todavía si.
Después de 15 años de ejercicio en el servicio de urgencias ya no me molesta; me hastía en ocasiones, en otras me apena.
Siempre digo que la Medicina de Urgencia me eligió a mí y no al revés. Es una de mis pasiones a la que sin duda dedico más tiempo y esfuerzo. Y lo hago desde la responsabilidad y el amor por mi trabajo. Igual que todos y cada uno de mis compañeros con los que comparto horas de insomnio, cansancio físico y emocional y momentos de satisfacción por el trabajo bien hecho. 15 años después siento que tengo el reconocimiento de mis compañeros y el agradecimiento de muchos de los pacientes y familiares con los que he compartido una fracción de sus vidas…y aún sigo sin “el bigote”
María Andrés Gómez, urgencióloga