El equipo médico de urgencias de mi hospital está constituido en el momento actual por 8 mujeres y dos hombres. Visto de otra manera, también está formado por 3 mayores y por 7 jóvenes. Quizá menos importante, pero también está constituido por dos personas rubias naturales y el resto morenas. Yo diría que hay 5 altos y cinco bajos. No estoy seguro, pero deduzco que 4 son de derechas y 6 de izquierdas. Nueve guapos, entre los que me encuentro, y uno feo, o fea, que no lo aclaro, pero que por desgracia es amigo, o quizá amiga. Si me pusiera enfermo no me importaría que el médico que me asignaran fuera hombre o mujer, mayor o joven, rubio o moreno, alto o bajo, de derechas o de izquierdas, guapo o feo. Y la razón es que creo que en mi servicio tengo la suerte de que todos los médicos son inteligentes, y ninguno necio, y, sobre todo, porque, también por suerte, todos son buenos médicos de urgencias y ninguno malo. Cuando enfermo, no quiero fijarme en lo que tienen entre las piernas los médicos que me atienden, ni en su edad, ni en sus ideologías. No son las variables que me interesan. Lo único que deseo es que sean buenas personas y buenos médicos.
Cesáreo Álvarez Rodríguez, urgenciólogo